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Un infiltrado

  • Foto del escritor: Luis Mastroeni Camacho
    Luis Mastroeni Camacho
  • 9 sept 2024
  • 3 Min. de lectura

Por Luis Mastroeni


Este mes me topé con la sorpresa de estar entre los treinta líderes empresariales en el que los ticos más confían, de acuerdo con un estudio de Estrategia y Negocios, DATOS Group y PIZZOLANTE y además el año pasado salí en la lista de los diez empresarios con mejor reputación, según MERCO. Lo agradezco mucho, pero mi satisfacción no está en el lugar en el que me pusieron. Sino, en haber comprado que el efecto Mastroeni funciona. 


Si miran con cuidado las listas que les menciono solo hay personas dueñas de empresas, directores comerciales o CEO´s. La pregunta obvia, es ¿qué hago en esos rankings? En resumen, como decía una canción de mi infancia “una de estas cosas no es como las otras, es diferente a todas las demás”.

Lo que hice fue infiltrarme. Y dio resultado. 


Dice la Real Academia Española que infiltrar en una de sus acepciones es: “introducir suavemente un líquido entre los poros de un sólido”.

Lo sólido es la noción tradicional de empresa. Aquella que solo piensa en dinero, ventas, mercado, publicidad, costos, ahorros. Lo líquido es la noción de que hay otra empresa posible, que vela también por lo social y lo ambiental. Pero, además, lo líquido también es que lo que se hace se debe comunicar.

A lo largo de veinte años me he encargado de levantar mi voz para que todos entiendan que no se puede operar en la sombra, de que hay que hablar de lo que se hace, de que la prensa debe ejercer su deber de informar y que debemos atender siempre sus consultas.


Me he encargado de debatir sobre el verdadero retorno sobre la inversión. Ese que cuida que el dinero vuelva, pero que también vela por otros “retornos”, el de la confianza, el de reputación, el de la satisfacción de los colaboradores y la mejora en su productividad cuando son felices en sus labores. 


Me impresiona estar en esas listas y me alegra (no voy a mentir), pero lo que más me gusta es que soy la voz diferente ahí, la que siempre trata de ser el “pepe grillo” en la organización. En muchas ocasiones se han burlado de mi y me han ridiculizado, pero, como en las maratones, yo solo pienso en llegar al próximo kilómetro, en la próxima meta, en lo que sigue. 



¿Qué hago entre tanto dueño de empresa y gerente general? Pues lo que me toca. Dice una querida amiga, en su papel de “La Benigna”, que el segundo momento más importante de la vida es cuando descubrimos para qué estamos en esta tierra. Luego de estos resultados me queda aún más claro. 

Debo seguir infiltrándome, debo seguir llevando ese mensaje de hacer que las empresas vuelquen todo su potencial no solamente en la generación de dinero, sino en la solución de los retos que tenemos como humanidad. Y mientras lo hacen, lo cuenten, porque otros también tienen que enterarse de que funciona. De que hacer el bien está bien y es rentable. 


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Aparecer en esas listas nunca ha sido mi objetivo, pero si estoy ahí solo es para mostrar que ese niño que soñó con cambiar el mundo, lo está logrando. Lo está logrando,  junto a cientos de hombres y mujeres buenos que han escuchado y que encontraron el sentido de hacer y construir otra empresa posible. 



 
 
 

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