La hormiga y el cornizuelo
- Luis Mastroeni Camacho
- 2 oct 2023
- 3 Min. de lectura
Por Luis Mastroeni
Existe una relación entre dos seres vivos que puede servirnos para entender por qué las empresas no pueden seguir dando la espalda a la sociedad en la que operan.
El cornizuelo es un árbol que crece en Costa Rica y se caracteriza por sus espinas a lo largo del tronco, en su ambiente vive y crece un tipo de hormiga y entre ambos se genera una relación que conserva la vida.

La hormiga mantiene depredadores fuera del alcance del árbol y el árbol le brinda hogar y alimento a la hormiga. “Es así como vivir juntas se ha convertido en un asunto de supervivencia tanto para la planta como para las hormigas”, resume un artículo de la página Osa Conservation. Y aquí podemos ver similitudes entre estos dos seres y los negocios, si desean tener futuro o como la hormiga, si quieren sobrevivir.
Los negocios (las hormigas) están instalados en una sociedad (el árbol) que les permite operar. Parafraseando a Mazzucato, los negocios reciben una variedad de servicios que damos por hechos, pero que sin el papel del trabajo público que han hecho los estados a lo largo de la historia no tendríamos. Es decir, el negocio es posible porque existe un ambiente adecuado para llevarlo a cabo, si eso no se diera sería muy complejo funcionar. Esto no es teoría; países como Nicaragua, Rusia, Venezuela y otros, nos han dejado ver que cuando se destruye el contrato social, cuando el ambiente en el que se desenvuelven los negocios se empieza a resquebrajar, no es posible continuar y en muchos casos fracasan.
Para que una empresa tenga futuro, como bien lo dice el Corporate Excellence Centre for Reputation Leadership, un think tank en indicadores intangibles, no es suficiente analizar los aspectos tradicionales que la hacen posible, en los últimos años se ha vuelto más relevante empezar a gestionar aquellos impactos que puedan hacer que una empresa pierda el rumbo o tenga anticuerpos que no le permitan operar adecuadamente. Me refiero aquí a las relaciones comunitarias, los recursos naturales, las relaciones con públicos cercanos, el cumplimiento regulatorio y otros. Si la empresa no está vigilando constantemente los aspectos que rodean la realidad de su operación, no podrá hacerle frente en caso de que se deteriore o de alguna insatisfacción por parte de vecinos u otros públicos cercanos.
La creciente desigualdad y la polarización están haciendo que las sociedades se vuelvan cada vez más críticas sobre quienes intervienen en el desarrollo de ellas y premia y castiga con su elección en el caso de las empresas. Es decir, el precio y la calidad, han dado paso a la confianza, la reputación y otros beneficios que los consumidores consideren oportuno pedir a quienes desean hacer negocios en una sociedad, región, país o comunidad.
Si bien es cierto los últimos estudios sobre confianza que hace Edelman apuntan a que las empresas han ganado terreno y las personas confían cada vez más en ellas, también es cierto que les está pidiendo comprometerse más, actuar más, tomar partido en causas específicas para que sumen a las soluciones y dejen de ser un problema. El desarrollo sostenible que es posible, es aquel que se da cuando dejamos de ser espectadores y nos convertimos en actores que toman partido y abrazan una causa, un motivo para que la sociedad esté bien y todos podamos ganar.
Si la hormiga no cuida al cornizuelo se le acaba el hogar, la comida, la vida. En otras palabras, conviene entonces que la empresa tome consciencia del ecosistema que le hace posible existir y haga algo por conservarlo. No cometamos el error de decir que el Estado es el encargado de hacer todo eso. Desde hace muchos años eso ya no es suficiente. Solo la cooperación entre todos los integrantes de una sociedad hará posible la continuidad de los servicios, los recursos, las relaciones y por supuesto, los negocios. No estamos hablando de convertir los negocios en ONGs, estamos afirmando que estos deben volver su mirada en la creación de valor integral, que les permita hacer negocios, mientras aportan al desarrollo y mantenimiento de los lugares donde conviven.
No hacerlo es condenarse. No hacerlo es creer que la gente que compra productos o adquiere servicios podrá sobrevivir aún a costa del deterioro del lugar donde vive.
Para esto se necesita visión de largo plazo, se necesita comprender que, si no apuesto hoy por inversiones con bajo retorno, no tendré el retorno esperado en el futuro.
Como siempre digo: el retorno sobre la inversión de la estrategia de negocios sostenible es seguir teniendo retorno, es hacer viable la empresa.
Nota: Algunas fuentes consultadas fueron:



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