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Cuando la música se detenga

  • Foto del escritor: Luis Mastroeni Camacho
    Luis Mastroeni Camacho
  • 19 ago 2024
  • 2 Min. de lectura

Por Luis Mastroeni


Hace poco leí un comentario que un CEO de un banco importante en Estados Unidos hizo poco tiempo antes de que ocurriera la crisis financiera del 2008. El texto lo publicó el Financial Times en julio del 2007. 


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El comentario fue: “Cuando pare la música, en términos de liquidez, las cosas se van a complicar, pero mientras la música siga usted párese a bailar. Nosotros seguimos bailando”. Ya sabemos que la música paró y el baile terminó en desastre. 



Estas palabras me llamaron la atención pues parece que, en muchas ocasiones, las empresas saben que la “música” puede parar y destruir el valor de sus organizaciones, sin embargo, están esperando, para saber cuánto pueden aguantar sin enfrentar las consecuencias. 

En términos de negocios sostenibles hay que tener claro que para que el baile de la operación diaria funcione, urge que haya buenos músicos, que la música guste y que las condiciones de la pista estén en buen estado para que la gente siga disfrutando de un buen ambiente. 


Los empresarios deben entender que la música está cada vez más en pausa, que la transmisión se está viendo interrumpida y en cualquier momento podría parar y sacarlos a todos del baile (me refiero al deterioro de la sociedad y el medio ambiente). 


¿Qué se puede hacer? El esfuerzo más importante es generar las condiciones para que el mercado siga siendo un espacio en el que los productos y servicios se vendan de forma adecuada y que las empresas ganen, mientras aportan para que el contexto funcione adecuadamente. 

Esperar a que la música pare es el equivalente a esperar que ya no haya agua, que pongan impuestos altísimos a la energía a partir de hidrocarburos, que los desastres del clima interrumpan la logística de carga en el mundo, es seguir teniendo condiciones precarias a lo interno de la empresa en detrimento de las personas, es no ajustar sus políticas de compras a indicadores sociales y ambientales, es no contar con prácticas de gestión ambiental que disminuyan los impactos y hagan que los ecosistemas se mantengan de forma equilibrada, etc. 


Las organizaciones deben anticiparse a lo que vendrá en un futuro cercano. Ajustar su operación antes de que las regulaciones, las leyes o las condiciones del mercado evolucionen drásticamente, es más barato que esperar a que se lo ordenen. La lentitud en estos casos puede salir carísima.


La música de la estabilidad, los límites y el bienestar es la que debe seguir sonando y eso solo se logrará en la medida en que las personas que están al frente de los negocios dejen de creer que pueden operar más allá de los límites que el planeta y la sociedad pueden soportar.

 
 
 

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