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Consistencia

  • Foto del escritor: Luis Mastroeni Camacho
    Luis Mastroeni Camacho
  • 3 dic
  • 3 Min. de lectura

Por Luis Mastroeni


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Vivimos en un mundo donde la constante es la inconstancia y la falta de cumplimiento entre lo que decimos y hacemos. 

Hay personas que inician procesos, dietas, programas, clases, deportes y al poco tiempo se cansan y lo dejan. La disciplina, el sacrificio y la buena rutina no están de moda. Es decir, ser consistentes entre lo que decimos y lo que hacemos, no es siempre fácil y muchos menos común en nuestros días. 


Ser consistentes es una condición irrenunciable en el mundo de los negocios sostenibles o negocios con futuro, como me gusta más llamarles. Es decir, si los comités ejecutivos y las juntas directivas no son persistentes y se aplican en lograr ese añorado triple valor, será difícil ver los frutos en el tiempo. 


En otras palabras, ser consistentes es tener la capacidad de no contradecirse. No es un tema fácil, pero es lo que hace creíble la estrategia de triple impacto. 


Por eso no me canso de insistir en la idea de que, si no somos disciplinados en el cumplimiento de los programas o actividades sociales y ambientales, la estrategia no servirá de mucho y terminará en un intento fallido. Una vez más se escuchará la frase de muchos incrédulos: eso solo sirve para gastar plata y no le aporta nada al negocio. 

¿Será acaso que olvidamos que solo la constancia y la consistencia en la gestión de las tareas, es lo que nos lleva al éxito en las empresas?, si es así, se nos olvida que, en otras materias en la organización, hemos tenido la paciencia necesaria para ver los resultados. Me refiero a la cultura, a la gestión por valores y principios, a esa innovación que no dio frutos de manera instantánea pero que le dimos el espacio suficiente para que hoy genere buena parte de los ingresos. Es decir, nunca nos contradecimos, pues sabemos que la data nos respalda y nos permite esperar los resultados deseados. 


Me refiero, también, a esa precisión con la que se cumplió con la estrategia de diversificación, que en un inicio nos hizo invertir muchísimo y que tuvimos que emplearnos a fondo para que no muriera en una junta de accionistas. En estos casos la consistencia es la que nos salva. La sostenibilidad tipo veleta no nos sirve. Debe ser más faro que veleta.

Hubo paciencia, pero, además, los líderes que creían en que podía resultar nunca dejaron de creer y fueron disciplinados en la ejecución, sabiendo que el resultado llegaría. 

La consistencia nos permite desarrollar métodos, estilos, formas para lograr lo que con tanto detalle hemos planificado, pero, ante todo, es el ejercicio práctico de algo en lo que creemos y por lo que vale la pena insistir, hasta lograrlo. 


Lo complejo siempre será apegarse al plan aunque "los vientos cambien de dirección" y nos quieran llevar por otros rumbos que nos harían contradecirnos. 

Ser consistentes (una más de las quince ces de la sostenibilidad), nos ayuda con dos cosas: que la idea es parte de lo que hace posible el negocio y además, que la decisión de hacer las cosas de manera diferente tiene sentido y, con la paciencia suficiente, nos llevará a buen puerto. 


Somos consistentes también, cuando la organización se comporta de la forma en que lo indican sus teorías de misión, visión, principios, propósito. Ser consistente también es honrar los compromisos, hacer más que decir y comportarnos de tal manera que todos vean que nos la creemos realmente. 


Constancia, método, disciplina, rigor, precisión, son palabras que forman parte de esta conducta disciplinada de hacer empresa con otro sentido, con más valor, con más justicia. 

Si somos consistentes no descansaremos hasta demostrar que eso con lo que soñamos se puede cumplir. Pero para eso el temple, el rigor y la integridad deben ser compañeros de viaje. 

 
 
 

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